No se conoce con exactitud la fecha de composición de esta cantata para el séptimo domingo después de la Trinidad (Dominica Oculi). Se tiene noticia sin embargo de una versión original que Bach compuso en Weimar en 1714, sobre un libreto de Georg Christian Lehms. La versión definitiva podría ser de los años de Leipzig. Murray Young la sitúa entre 1723 y 1734. Tal como hoy la conocemos es una obra para contralto sola, sin coro, y una orquesta de dos violines y viola, con un continuo de chelo, contrabajo y órgano. El tema deriva directamente de un pasaje de la Epístola a los Romanos (6/19 - 23), que habla de la esclavitud del pecado.

La belleza melódica se mezcla maravillosamente con la profundidad de pensamiento en esta cantata de solo tres movimientos, que Ludwig Finscher comenta como sigue: "El tono fervoroso de las palabras, su abundancia de imágenes y sus alusiones bíblicas inspiraron a Bach un sermón musical que combina una sombría violencia con los más delicados matices y que se ajusta al mismo tiempo a los más sencillos medios formales e instrumentales. El aria inicial describe con audancia la tentación del demonio y la lucha del cristiano contra él, la primera expresada en complacientes sinuosidades melódicas, la segunda en la disonancia del comienzo y en atrevidas modulaciones. De manera no menos gráfica, y con la mayor economía de medios, el recitativo central pinta la "sepultura enjalbegada como las manzanas de Sodoma" y la "afilada espada" de pecado. El aria final es una fuga a cuatro voces que penetra profundamente en la abyección del pecado mediante un atormentado cromatismo, semicorcheas que excavan el sentido de la palabra Teufel (demonio), y una línea principal embriagada de disonancias, todo ello para dar vida a una visión aterradora que no tiene parangón en la obra de Bach".