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Cantata 46: Contemplad si hay un dolor como el mío
Kantata 46: Schauet doch und sehet, ob irgendein Schmerz sei
Cantata Religiosa Compuesta en Leipzig

Fue escrita para el décimo domingo después de la Trinidad de 1724 o 1725. A pesar de cierta ingenuidad, es indudable que el desconocido autor del libreto tenía suficiente imaginación para concebir un texto de cantata basado en la profecía y la historia de los terribles males que, en los primeros años del cristianismo, abrumaron a Jerusalén bajo el yugo de Tito. Tanto para el libretista y el compositor como para los fieles, el tema revestía dolorosa actualidad. En efecto, por aquellos días varias ciudades alemanas padecían el estrago de la guerra.

Karl Geiringer ha descrito la cantata 46 en pocas y suficientes palabras. Dice: "Amables pasajes de las flautas dulces forman una breve introducción que conduce a un coro majestuoso basado en las lamentaciones de Jeremías: 'Vosotros, caminantes, contemplad y mirad si hay un dolor como el mío'. Este coro lleno de desolación, que Bach empleará como base del 'Qui tollis' de la Misa en si menor, es seguido de una fuga a cinco voces que expresa angustia y desesperanza. Es de observar que en esta fuga, cuatro voces solamente están confiadas a los cantantes; y la quinta, a las flautas tocando al unísono. Dos arias precedidas de recitativos forman la parte central de la obra. La primera presenta un cuadro casi apocalíptico del furor y la destrucción para describir 'el fuego de la cólera del Señor'. Bach emplea aquí un curioso instrumento, la 'tromba da tirarsi', pequeño instrumento de cobre cuyos sonidos ásperos debían aumentar la angustia en la asamblea de los fieles. Una atmósfera amenazante domina en todo el recitativo que sigue; luego, inesperadamente, todo cambia. Un aria, cantada por la contralto, nos eleva al reino de los espíritus bienaventurados. Los sonidos ligeros y pastorales de las flautas y los oboes, sin el apoyo de la cuerdas, se mezclan con la voz de la contralto para evocar al buen pastor que reúne su rebaño de fieles. En el coral conclusivo Bach regresa a los dulces acentos del comienzo, y proclama una vez más su mensaje: incluso en el abatimiento más profundo el hombre ha de sentir la gracia del amor divino".



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