La parábola del fariseo y el publicano, mensaje capital de la enseñanza de Cristo, es el tema del Evangelio para el undécimo domingo después de la Trinidad, tema alrededor del cual gira esta cantata que Bach compuso durante su primer año en Leipzig. Con libreto de Christian Weiss, está escrita para soprano, tenor, bajo, coro, dos oboes, dos oboes da caccia, fagot, cuerdas y continuo. Su título, cuyas palabras son la base del coro inicial, es una cita del Eclesiástico. Aunque el texto de los restantes movimientos puede producir, como anota Walter Blankbur, la impresión de un convencional sermón sobre moral, su extraño lenguaje no disimula un innegable realismo.

El coro de apertura es un una fuga a la que Bach da el nombre de Concierto, lo que se justifica en la medida en que las voces actúan como los solistas y las cuerdas como ripieno. La parte central de la cantata está formada por dos arias precedidas de recitativos. En estos cuatro movimientos, la historia del fariseo y el publicano es presentada de tal manera que el espíritu farisaico, evocado al comienzo con vivacidad, contrasta luego, en el segundo recitativo, con la cristiana humildad del publicano. En la plegaria de éste se inspira la segunda aria, a la que adornan los oboes da caccia y el continuo. Con una escritura de excepcional transparencia, la música ilustra aquí la metáfora de los cristianos como manzanas podridas cada vez que obran de manera hipócrita e interesada. La misma plegaria la oímos de nuevo en el coral conclusivo, "Yo, pobre pecador". Dice Christoph Wolff que este coral es un ejemplo del incesante progreso de la escritura a cuatro voces de Bach, en donde las complejidades armónicas y contrapuntísticas contribuyen a enriquecer la expresión.