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Cantata 172: Canciones, sonad
Kantata 172: Erschallet, ihr Lieder, erklinget, ihr Saiten!
Cantata Religiosa Compuesta en Leipzig

Es esta la más conocida de las cuatro cantatas para el domingo de Pentecostés escritas por Bach. Su primera versión es del período de Weimar, ciudad donde al parecer se estrenó el 20 de mayo de 1714. Bach la revisó para una segunda ejecución en Leipzig en 1724, y en 1731 la presentó en una nueva y definitiva versión. En esta última suprimió la flauta de la versión de 1724. En el dúo para soprano y contralto (quinto movimiento) algunos modernos intérpretes no utilizan el órgano obligado que prescribe la versión de 1731 sino el oboe y el chelo de la versión anterior.

El texto, que se inspira en la promesa del Espíritu Santo según el Evangelio de San Juan, es probablemente de Salomo Franck. La orquesta, cuyas cuerdas incluyen dos partes de violas, está dominada por el brillo festivo de tres trompetas agudas (con timbales), que proclaman la majestad de Dios como tema musical del deslumbrante coro con que se inicia la cantata. Este coro, que emplea todas las fuerzas instrumentales, presenta el mismo ritmo ternario que encontramos en los más jubilosos coros bachianos. Su escritura espontánea y descomplicada indica tal vez un origen profano. La parte central adopta sin embargo la estructura más compleja de la fuga. El segundo movimiento es un recitativo para bajo y continuo, que no tarda en convertirse en arioso sobre las palabras "y viviremos con Él para siempre". A la misma voz confía Bach el aria que sigue, a la que acompañan cuerdas, trompetas, timbales y continuo. Este trozo brillante y solemne musicaliza un poema de alabanza a la Trinidad cristiana. Los violines y las violas al unísono ambientan con su dulce melodía la apacible aria para tenor (IV), que traduce las palabras "El paraíso del alma donde sopla el espíritu de Dios". Punto culminante de la cantata es el mencionado dúo de la soprano y la contralto. Las dos voces, que encarnan el Alma y El Espíritu Santo, exponen su diálogo sobre la línea obstinada del chelo, mientras el oboe (o el órgano) entona la melodía del himno tradicional de Pentecostés. A pesar de su compleja polifonía, es un trozo de expresión entrañable. Una parte independiente del violín realza con su brillo el coral que viene enseguida, escrito sobre la cuarta estrofa del himno "Cuán hermosa brilla la estrella matutina". La cantata finaliza, excepcionalmente, con la repetición del coro magnífico con que había comenzado.



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