Al igual que la cantata 26, la 27 se basa en el relato evangélico de una resurrección: la del joven de la ciudad de Naín, según San Lucas. La idea que desarrolla el autor del texto, dice Alfred Dürr, es básicamente la misma de la cantata 26: Jesús me resucitará y por consiguiente, deduce el libretista, mi temor a la muerte, que inspira los dos primeros movimientos, no tiene fundamento. El poema evita el tono doctrinal y cualquier exageración barroca y se caracteriza, por el contrario, por un calor de sentimiento que lo sitúa entre los mejores textos musicalizados por Bach.

Escrita para el decimosexto domingo después de la Trinidad, la cantata 27 se estrenó el seis de octubre de 1726. Consta de seis movimientos: coro, recitativo para tenor, aria para contralto, recitativo para soprano, aria para bajo y coral. Entre las cantatas con órgano obligado, la 27 se destaca por su coro inicial, "Quien sabe cuán cercano está mi fin, el tiempo huye, la muerte acecha". "Para describir la huida del tiempo, dice Schweitzer, la orquesta, durante el canto del himno, deja oír un misterioso tic-tac. El silencio de los violines en el tercer tiempo del compás es angustioso; se diría un hombre que retiene la respiración para escuchar si el péndulo se ha detenido para siempre". En este movimiento Bach incluye, excepcionalmente, tres recitativos: para soprano, contralto y tenor, en su orden, sin que por ello se interrumpa el movimiento orquestal. El aria para contralto, que prescribe como instrumentos obligados el oboe da caccia y el órgano, es una radiante canción popular. El aria del bajo, "Adiós, tumulto del mundo", se apoya sobre el conflicto de dos temas, el de la paz y el del tumulto. Como movimiento final Bach adopta una composición polifónica a cinco voces de Johann Rosenmüller.